Huelo el recuerdo entusiasta de los tranvías, la
vistosa escena de ver circular por calles limeñas esos autos antiguos como el
Chevrolet, el Ford, y luego en otro escenario los Ikarus, los omnibuses, los cústers,
esas combis, y ahora los necesarios buses del metropolitano. En todas ellas
viajé desde el niño que nunca pudo aprender a manejar bicicleta, luego como un
adolescente instalado en la morbosa velocidad del tiempo existencial que tiene
pocos paraderos, hasta el joven cincuentón y preocupado que soy ahora, y que
hace poco renunció a seguir viajando en esas combis asesinas. Viajando más
apurado a medida que se pasaron todos los años, y muchas veces desesperado por
tanto tráfico que desordena las agendas del día. La familia espera en casa, le
oigo decir a mis pensamientos, lo tuve claro desde el principio, es parte de mi
crianza y de mi soledad acompañada donde el olor a recuerdos es permanente.
lunes, 31 de octubre de 2011
Olor a recuerdos
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sábado, 29 de octubre de 2011
La culpa
Espera
a su padre, que parece no tener biografía, menos sentimientos.
Cree verlo a una distancia que a pesar del paso
apurado de la gente puedan mirarse. A simple vista no se le hace reconocible,
serán los años del tiempo perdido, o alguna culpa que dispara a su conciencia
(dudo que la tenga).
Lo ve venir pero de esto ya hace algunos
minutos, que imagina como años. Aun lo
sigue esperando en el mismo lugar donde lo vio por última vez, siempre colmada
de gente que va y viene.
Sucede que no dispone de mucho tiempo, y las
ganas de hija decepcionada se están cansando de seguir viéndolo venir, y él por
más que intente no puede acercarse lo suficiente.
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viernes, 28 de octubre de 2011
Escrito mientras viajaba en el Metropolitano
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