miércoles, 9 de mayo de 2012

P S


Se me ocurre pensar que Petunia Saldarriaga debe estar en su casa pero no, no está en su casa. Ni en la mía, ni en la de ustedes, simplemente porque no la conocemos. Entonces qué esperamos para conocer a Petunia Saldarriaga.
Se abrió una puerta.
Por qué escribes un cuento sobre mí si no me conoces, quien te dio el derecho —me increpó.
Y ustedes porque leen todo lo que escribe este señor (con énfasis) acaso tienen alguna obligación con él.
A alguien se le ocurrió dejar caer la silla y sobre ella los periódicos del día.

Es una falta de respeto venir aquí indagando sobre mi paradero como si fuera una convicta, la culpable de un delito que no existe, yo hago de mi vida lo que me venga en gana. Mejor váyanse por donde vinieron.

Se hizo un largo silencio, donde todos nos miramos como si fuéramos esclavos de nuestro propio desconcierto.

¿Cómo llegaron hasta aquí?, dar conmigo no es fácil, les debe haber costado mucho llegar hasta mí.
—Déjame que te cuente... Estaba en aquel Café de la esquina, donde conocí a tu padre...
—¿Cuál padre? —dijo molesta. Si ya murió hace años, será su fantasma, y de mi madre no me digas nada porque yo soy mi propia madre.
Ella se detuvo al final de esa palabra, bajó la mirada, quiso decir algo más...

—¿Puedo continuar?
No, no quiero que continúes, si hay un culpable eres tú no yo, culpable porque se te ocurrió hacer un cuentito sobre mí, ni que fuera yo tan importante, vaya escritorcillo, y toda la jauría que ha venido contigo, déjenme en paz, lárguense, quiero volver a estar sola.
No seas así de injusta, si supieras lo que tu padre me dijo...

Sin pensarlo mucho, Petunia Saldarriaga nos apuntó con una pistola empuñada por una mano temblorosa. No supimos que hacer. Con el arma amenazante daba vueltas a nuestro alrededor como si esperara el instante decisivo para dar cuenta de nosotros. Hay un odio gigantesco dentro de ella. Ha crecido demasiado y ahora es un monstruo que ella consiente en tenerlo dentro de sí.

Todos salimos como frustrados espectadores de un acontecimiento que pudo tener mejor desenlace. Petunia nunca cambiará. Tiene un odio más que visceral, está enferma. Fui el último en salir, al voltear la mirada, vi a alguien dispuesta a cumplir su amenaza. Quisimos ser solidarios con ella, hablarle, ayudarle, pero todo intento fue vano. Pienso que Petunia ya no pertenece a esta realidad, está viviendo otras circunstancias, desdichadas por cierto.

La recuerdo desde aquella vez, pero ella me interrumpe, «si no me conoces». Intenta recordar, le dije como queriendo convencerla. Petunia por primera vez sonrió, pero fue una sonrisa a medio camino entre la burla y el desconcierto. Ya ni sentí los pasos ni las voces de mis amigos que vinieron conmigo.

Llegó la noche y mientras miraba fijamente a Petunia Saldarriaga quien está ya a punto de disparar. No pude evitar pensar que ella se parece y mucho a un personaje de uno de mis cuentos nunca terminados, caí en la cuenta que ese personaje sí disparó. Y ante su amenaza a punto de cumplirse salí de allí lo más rápido que pude. Sin embargo las cinco balas de esa arma no esperaron más y fueron tras de mí. De lo único que me acuerdo fue que caí. De ella lo único que me acuerdo es que nunca estuvo allí.





2 comentarios:

  1. Te dejo este comentario para anunciarte de que ya he colgado en mi blog el relato que he escrito basado en las palabras que me enviasteis los bloggeros. Se titula 'El pescador', y es un poco inquietante, incluso desconcertante ¡Espero que te guste!

    http://www.beatrizpl.blogspot.com.es/2012/08/vuelvo-la-carga-despues-de-un.html

    ResponderEliminar