viernes, 27 de enero de 2012

La historia de la señora Bisso


No fue precisamente un viernes sino al día siguiente, lo supe por Marlen mi otra vecina que tiene una carita tan linda y unos nobles sentimientos que invitan a soñar despierto.

La señora Bisso dejó debajo de mi puerta una revista. Conozco su gentileza. Nada le costaba, tiene mucho dinero pero sigue viviendo en el mismo edificio desde hace muchos años, su edad madura se le nota a simple vista pero sucede que camina como si tuviera treinta años, eso marca la diferencia con sus demás amigas. Le caigo simpático, interesante, según su punto de vista. El tema es que viajo mucho, y la veo y le converso muy poco.

La señora Bisso tiene una historia que contarme y yo lo sé, lo intuyo permanentemente desde la forma en que me mira y los gestos que hace cuando busca confesar. La verdad que por ahora no quiero escuchar su historia.

Cada vez que vuelvo de viaje no me sorprende encontrar otras revistas, sabe que disfruto leyéndolas, y lo saben también mis vecinos que prefiero encerrarme durante muchos días, así me toquen la puerta con la insistencia de quien quiere violentar mi sagrada tranquilidad.

Un día al regresar de uno de mis viajes ya no la volví a ver más, ni tuvo oportunidad de dejarme la revista esperada debajo de mi puerta. Su muerte de alguna manera me sorprende. Me arrepiento no haber sido más sociable con ella, ya es de tarde en mi ciudad, y tengo los anteojos en estado de niebla, los pasos muy fatigados, y una tristeza inocultable que desmaya mis sentidos.

La historia de la señora Bisso nunca contada quedará en el olvido, así intente imaginarla sucesivas veces, y orillarla dentro de mis convulsas ficciones. Y para romper esa tristeza que desorienta se me acerca Marlen mi vecina, quien no me deja revistas debajo de mi puerta sino me toca la puerta todos los días menos los domingos, para hablarme del potente amor y la sonora felicidad, le sonrío y agarra mis manos llevándoselas a su carita linda, sonriente, que me dice mucho mientras miro dentro de sus ojos toda la eternidad emocional de haberme querido siempre, desde que me conoció en una fiesta popular en el barrio de Monserrate, aquella noche en que todo a nuestro alrededor empezó a girar, la ciudad se nos hizo distante, y nuestros pensamientos y sentimientos empezaron a bailar.

Tal vez lo que estoy viviendo con mi vecina Marlen, se vaya acercando cada día más a la historia que la señora Bisso no quiso contarme, pero que sospecho dada su avanzada edad encanecida tener un amor conmigo hubiera sido más que un disparate.